22/5/10

Lecciones de Metro

A veces la gente piensa que en el metro sólo se aprende cuando se lee un libro, pero no. Ayer Metro de Madrid me dio una valiosísima lección. Llegaba de trabajar tipo 23, y bajaba en la terminal 2 al metro. Como siempre con la maletita incómoda, mientras bajaba el primer nivel me pareció oír que uno de los trenes se acercaba.




Pensé que acelerar el paso no valdría la pena porque podría ser el metro que llegaba en dirección contraria, o bien podría correr mucho para acabar perdiéndolo igualmente y sofocado como un Husky al sol. En el peor de los casos, si no llegaba cogería otro. No pasa nada.

Ya en el entrenivel de la estación, veo que es mi tren el que está frenando en el andén. Decido acelerar ligeramente la marcha sin matarme a correr, para que, pasara lo que pasara, no fuera el fin del mundo. Esto es: paso ligero y maleta a cuestas, sin dudas pero sin carreras.

Tenía muy buena pinta. Sin llegar a correr estaba a apenas un par de metros del tren y la puerta seguía abierta. La suerte daba un vuelco tras un laaargo día de trabajo cuando... PIII PIII PIII PIII. ¡Si no hubiera acarreado la puta maleta estaría dentro!

Y lo perdí. En ese momento me di cuenta de que todo mi planteamiento previo estaba mal. Si no llegaba sí que importaba, porque yo no quería otro tren, quería ese. Y da igual cuánto quisiera ya ese tren porque ya no volvería atrás (descartemos problemas técnicos). Y menos a esas horas, que sale uno cada muerte de obispo. Y me enfadé conmigo mismo por no haber luchado más por llegar a ese tren.

Y luego se puede cambiar 'tren' por muchas cosas.

Moraleja: quien quiera peces que se moje el culo.

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