29/3/11

Día 11

Recuerdo que un par de años atrás, tuve la oportunidad de hablar -en un entorno ajeno al trabajo- con una chica que me seleccionó para uno de mis puestos de tripulante. Recuerdo que en el transcurso de la noche le pregunté por qué nos habían seleccionado a algunos de nosotros, descartando a otros que parecían perfectamente válidos para el puesto.


En resumen, me contestó que allí la decisión recaía en la opinión de la psicóloga, ya que buscaban gente que no sólo hablara inglés, cumpliera ciertos requisitos físicos y demostrara cierta educación, sino que era fundamental que estuvieran seguros de que no discutiríamos de política con un desconocido, o no opinaríamos sobre el regalo de fulanito a menganito sin un mínimo de confianza previa, por ejemplo.

En aquel momento pensé que quizás mi personalidad era tan predecible que podía detectarla una psicóloga de poca monta en una hora de juegos de guardería, pero la realidad es que, aunque acertaron conmigo en eso, trabajando me di cuenta de que el proceso no era del todo preciso, por decir algo distinto a que funciona de puta pena.


Creo recordar que por aquel entonces empecé a pensar seriamente que las personas valen más por lo que callan, que por lo que dicen, y también desde entonces reforcé la supuesta cualidad de no comentar lo que me parece el regalo de fulanito a menganito cuando no hubo concesión de confianza.

En algún otro momento, con el objetivo de complementar tan insulsa personalidad, aprendí a decirlo todo sin decir nada.

Por otra parte, el otro día mientras visitaba el piso de pilar, me di cuenta de que quizás se acerque el momento de comprar un piso. Todo el mundo lo hace, y yo cada vez estoy más alejado de la visión apocalíptica del mundo en la que podría morir pasado mañana. Creo que de ahí deriva mi ansiedad en reestablecer las relaciones humanas con tanta urgencia. Igualmente lo de acercarse es metafórico, porque muchos euros deben llover aún para que la idea pase de ser una estupidez.

Viendo un programa de estos de -Gentilicio en plural- por el mundo, hablaban de Colombia, y en particular de los habitantes de un pueblo cuyo nombre se parecía a Cachibache, que eran la prueba fehaciente de quien menos tiene, menos necesita. Me resultó curioso e irónico el pensar que probablemente ellos ven nuestro 'nivel de vida' materialmente inalcanzable, cuando realmente somos nosotros los que vemos su nivel de vida espiritual inalcanzable. Lo que está claro es que si ellos vivieran en nuestra maquinaria consumista y capitalista tampoco podrían volver atrás.

Por unos momentos sentí envidia de ellos por no saber lo que es el iPad, ni tener la Playstation. Y luego vine a contarlo mientras echaba unas partiditas. Somos esclavos de un estilo de vida que se nos vende como guay, aunque todos sabemos que no lo es tanto...

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