18/5/11

Día 61

Mira que voy poquito a trabajar, pero basta que vaya un día para que se tenga que liar.


Me levanté a las 5:10 para hacer una basura de turno. En teoría era así: turno de casi doce horas, consistente en ir a París, volver de París, ir a Tánger, y con un poco de suerte volver de allí.

La realidad, sin embargo, y como siempre pasa, no tuvo nada que ver. Llegué a París, nublado, como siempre, y puse mi cara de "son las 9 de la mañana" mientras despedía a las 140 almas que llevamos, y me preparé para poner mi cara de "son las 9:30 de la mañana y llevo 4 horas despierto" mientras recibía a los 150 inoportunos que querían volver a Madrid el lunes a las 10.

Inoportunos porque no tuvieron ninguna consideración con mis pocas ganas de trabajar, y segundo porque no tenían ni idea de lo que iba a durar el vuelo en realidad.

Una vez colocadas todas las maletas a presión en los compartimentos superiores, una vez sentados todos los inoportunos en sus respectivos asientos, y con todos sus iphones encendidos -está apagado, ¿no ves que si le doy al botón de arriba se apaga la pantalla?- despegamos sobre las 10:12.

20 segundos después, un sonido a filtración de líquidos recorría toda la cabina. Era desconcertante. Y sólo desconcertante hasta que, justo a mi espalda, en la cabina del piloto, comenzó a sonar un pípípípípípí. Fue entonces cuando pude poner en práctica la cara de "no pasa nada, todo esto es normal, pero que alguien me pase mis calzoncillos de repuesto".

De repente, dejamos de ascender, y el comandante llamó al sobrecargo a la cabina. Habíamos perdido uno de los sistemas hidráulicos, por lo que había que regresar a París. Declarada la emergencia al aeropuerto, se hizo un anuncio en inglés y español a los inoportunos explicándoles la avería muy por encima, y diciendo que aterrizaríamos en París nuevamente pasados unos minutos.

Tras ir al baño y cambiarme los calzoncillos de Wolverine por unos más serios, al nivel de las circunstancias, preparamos la cabina para un posible aterrizaje de emergencia.


Si debo ser franco, agradezco que no hubiera una emergencia, porque el 90% de los inoportunos eran franceses, y no entendían muy bien nada de lo que les decíamos. Prueba de ello es que tras 30 minutos de vuelo, momentos antes de aterrizar en París de nuevo, uno de los franceses sentados en primera fila exclamó: "¡Vaya, también está nublado en Madrid!".

La carcajada que me produjo era del todo oportuna, porque por unos segundos olvidé los riesgos y la seriedad y las formalidades.

Os cuento el final, que si no no tiene gracia: tres horas más tarde nos dieron otro avión que había por allí, volvimos a realizar el embarque, yo con mi cara de "son las 14:30 y quiero irme de París", y llegamos a Madrid sobre las 16:15. ¿Que qué pasó con el vuelo a Tánger?. Pues lo hizo otra gente, porque de lo contrario habría puesto yo mi cara de "me cago en vuestra puta madre" y la cosa no habría terminado bien.

Mañana repito turno. ¡Deseadme suerte!

4 comentarios:

César dijo...

Mira, tuviste suerte de que no iba yo de pasajero, porqe solo con oír una mosca en el despegue ya me dan varios infartos!

Walter dijo...

Tal como han ido las elecciones yo no volvería

Pablo dijo...

De hecho se me han quitado las ganas de volver a escribir. A duras penas me levanto de la cama :(.

Walter dijo...

creo que en borradores debe de haber 4 ó 5 posts míos que respiran una mala leche... ahí se van a quedar

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